lunes, 29 de julio de 2013

“El chamamecero tiene que conocer el campo”

Al ingresar a su casa los acordeones y bandoneones tiñen la pared con sus diferentes formas y colores. El sonido profundo plagado de colectivos urbanos, colectivos de larga distancia, autos y motos de la Avenida Maipú en Corrientes Capital se apagan someramente tras la puerta que besa el marco. “El chamamecero tiene que conocer el campo, cuanto más vivencias tiene el chamamecero se vuelve más rico. Bueno eso lo que pienso”, dispara Roque González tras una sonrisa silenciosa. El acordeonista cumplió 79 años días atrás y esa fue la excusa para juntarnos, los recuerdos con el Taita llegaron solos.


Por paulo ferreyra

paulo.ferreyra@yahoo.com.ar


El frío se aplaca un poco en la casa de Roque González. Llegamos sobre el medio día y estaba a punto de almorzar, “pero charlamos un rato y después me voy a comer”, expresa en un tono de complicidad. En la sala cerca de cincuenta acordeones y bandoneones de diferentes formas y colores pintan la pared, una vitrina guardar sus repuestos y ahí podemos encontrar hasta cuerdas para guitarra. 

Roque González

Roque Librado González es compositor, acordeonista y luthier. Según su algunos autores nació el 24 de julio, fecha que figura en su documento, pero en realidad nació el 20 de julio en Paso Martínez, distante unos 10 kilómetros de San Luís del Palmar. “Nací el día de Santa Librada, después se agregó que también es el día del amigo, hay cosas para festejar el 20 de julio”, confiesa. 

Nosotros vivíamos en Paso Martínez, primera sección de San Luís del Palmar. Paso Martínez queda a unos 10 kilómetros de San Luís. Antes era un suplicio ir a San Luís, solamente a caballo. La cosa es que me anotaron el 24, seguramente mi papá se demoró un poco”, relata Roque.

Los sonidos de la calle por momento se apagan y por momento se interpone en la charla. Festejar el cumple en el día del amigo tiene doble carga emotiva, “hay doble motivo y doble botella”, dispara Roque y suelta una carcajada. “El sábado último estuvieron familiares de Sanz Peña, mi esposa falleció hace poco. El 15 de marzo falleció Delia, mucho luchamos con ella, tenía una maldita enfermedad que es la diabetes. Murió a los 74 años. Pero bueno, dios dijo hasta acá nomás y listo. Solamente el tiempo curará todo. Solamente el tiempo cura todo”, repite.

Una parte importante de la vida Roque González la vivió en el campo. Sin darnos cuenta la conversación sobrevoló sobre esos años, los pájaros y la sabiduría de la naturaleza. Roque recordó la trampa para pájaros que tenía cuando era chico, “un vez cayó un pitogué o benteveo y me dio un picotazo en la cara. Recuerdo como cantaba ese pájaro, es muy lindo. Hasta hoy en día sigue cantando igual. Una vez estando en el campo alcancé a ver una bandada de tucanes, seguro que todo eso colabora con la ecología”.


- ¿Esos sonidos llegaron a la música, se tradujeron en composiciones?


El chamamecero tienen que conocer el campo, cuanto más vivencias mejor. Yo llegué a arar con arados de mancera, vos ves cómo se abre la tierra. Recuerdo que lo hacía descalzo, porque vos llevas tu zapatilla o la alpargata y se funde. Con la tierra o el roció los calzados se funden, también quería cuidar el calzado. Siempre falta cinco para el peso, en el campo hay que trabajar si uno quiere progresar. Antes no había planes sociales y entonces había que trabajar mucho para tener las cosas. La mente humana hoy cambió mucho, hoy la mente humana ha cambiado.

Compuse algunos temas pero ahora me viene algo que gravé de papá “así es mi chamamé”. Antes se tocaba solo en casamientos y bautismo. La radio recién apareció en el 1935 pero la gente ya tocaba chamamé. Este tema de mi viejo es una polca bien kirei, esa pieza también la grabaron Los Hermanos Cardoso.


- Volviendo a su cumpleaños, ¿me imagino que hubo noches muy largas con amigos y el festejo por ese día tan especial?


Sí. Hubo muchos festejos con los amigos. Es más, yo quería hacer “El palacio del vino”, me iba a comprar un tanque para 200 litros de vino. El tanque era de roble y tenía ya su grifo para servir el vino. Pero mi señora me dice – “si así nomás ya no salen imagínate con un tanque de esos”, tras lo cual se despertó la sonrisa. Tenía acá cerca un señor que me vendía el vino, después estaba el carnicero, teníamos el vino, el asado y la música, teníamos todo. Un poco más y la muchachada venía a vivir a mi casa. Los amigos son terribles.



“No voy a tocar profesionalmente”


Esta fecha de la amistad sirve para volver sobre un valor tan importante como los amigos. “Los amigos siempre estuvieron presentes”, resalta Roque González y sin buscarlo el entra a recordar al Taita del Chamamé. “Cuando murió mi compañero, Tránsito Cocomarola, en el año 1979, el 19 de septiembre, creo que es el día del chamamé no?”, pregunta y la respuesta llega pausadamente. El grabador registra una pausa larga, una moto cruzó raudamente la avenida y corta ese silencio.


“Recuerdo que me dijo un amigo mío de San Luís del Palmar, el cual tenía una pista de baile donde siempre íbamos con mi compañero Tránsito. Me dice en guaraní que en homenaje a mi compañero no vaya a tocar más a nivel profesional. Entre congoja, llanta, todavía estábamos esperando que llegue el cuerpo de Buenos Aires, ahí le dije –no voy a tocar más”. 

Roque González aún no tenía 40 años cuando fallece Tránsito Cocomarola. “En esa congoja uno dice cosas, en un momento así siempre se dicen cosas. Yo recuerdo que dije “no voy a tocar más”. Después el tiempo dice otra cosa, además cuando ocurrió esto yo era muy joven”, resalta y vuelve el silencio. 

Quiero por momentos apresurarme con alguna pregunta pero el silencio a veces es el mejor conductor. Tras una pausa Roque González relata, “al Taita lo llevaron una tarde, el 18 de septiembre. Llegó a Buenos Aires a las 8 de la noche y a las 1 de la mañana del 19 se murió. Llegó allá y fue a terapia intensiva. Ya era tarde, nada pudieron hacer. Un abogado me llevó a la casa de un amigo para distraerme un poco. Estuve ahí hasta las 4.30 de la mañana. Volví a mi casa, me acosté un rato y a las 6 de la mañana las radios comenzaban a difundir la noticia, “dejó de existir”, y ahí me agarró una tristeza. Trajeron el cuerpo en una ambulancia, no recuerdo si fue el 19 o el 20 que llegó el cuerpo. Pasaron bastantes cosas. Se cumplió aquella palabra de no tocar profesionalmente, a pesar de que yo era músico desde los 6 años y apenas estaba por cumplir 40”. 

Los ojos brillosos de Roque González cobran vida, la emoción cargada en una lágrima amenaza con salirse de su cuerpo pero ahí se queda. Se frota las manos y vuelve sobre las mismas palabras. “Sí, así le dije a mi amigo, en homenaje a mi compañero no voy a tocar. Pero cuando llegaba el sábado y el domingo se hacía muy difícil. Desde ese momento comencé a trabajar más intensamente la afinación de acordeón y bandoneón. También pude desde ese momento disfrutar de otras cosas como una navidad o un año nuevo con mi familia. Costó mucho salir de aquella situación. Los amigos nunca me abandonaron. Eso es lo más importante”, subraya.

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